Alguna compañeras

8 de marzo de 2013.

"Me di cuenta muy pronto de que todo ese ensañamiento hacia mi persona excedía a mi figura y mi situación personal. En primer lugar, porque no me podían matar tres veces. Y me di cuenta también de lo seria que era toda la situación. Estaban decididos a matar a la construcción de este enemigo imaginario. Y yo era la encarnación de ese enemigo, por negra, por mujer y por comunista" (Angela Davis)

Recopilación de Nodo50 para el 8 de marzo.

Me sorprende la determinación con que el ser humano apoya cualquier poder, parece que piense que el poder tiene que darle la libertad, cuando es algo que le pertenece. Cada uno de nuestros sueños, en lugar de realizarlo, lo trasladamos como reivindicación al Poder, con lo que se establece un juego en el que éste sale fortalecido. Es la persona la que tiene que ponerse en movimiento siguiendo su propio impulso, en ese movimiento se establece un diálogo con la vida y con el resto de la sociedad, una relación que no es de poder. La delegación está íntimamente ligada a la estructura social que tenemos. En las estructuras grandes la persona pierde capacidad de actuar en lo inmediato y tiende a delegar. Los autogestionarios lo tenemos crudo en el actual tipo de sociedad. Pero también nuestras formas de vida son un impedimento para la participación.

Recuerdo de la época de Bilbao que a veces decidíamos determinada actuación, pero el uno no podía porque tenía que ir a trabajar, la otra por un asunto familiar, la otra... te das cuenta de lo pillada que está y eso me decidió a buscar otras formas de vida. También está ligada al objetivo, que más que al desarrollo material tiene que estar en relación con el arte o la belleza o algún otro impulso de índole superior. La participación es casi imposible en ese mundo sobredimensionado y atrapante, está ligada a lo colectivo en dimensiones aceptables, grupos no demasiado grandes interconectados, que se respetan y apoyan. La base de esa estructura no va a ser la familia, suelo hablar de clan o de tribu, por recuperar algo no desconocido y porque la palabra comuna parece que tenga otras connotaciones, pero el vínculo debe ser de opción, no de sangre. El trabajo debe hacerse en igualdad, la división de trabajos es abrir la puerta al poder. Igualdad de género, sobre todo, la presencia de lo femenino en la construcción social y en la política es imprescindible.

Mabel Cañadas


Los próximos años en Euskal Herria serán un desastre en el plano
social. Siendo así, es preciso que la ciudadanía tenga la certeza de que la inestabilidad social que pueda generarse es el precio a pagar para que surja una alternativa de poder y no sólo una alternancia en el poder. En este complejo contexto, ¿Podrán construir las izquierdas esta alternativa?, ¿bajo qué parámetros? ¿será esta alternativa feminista o nos encontraremos ante una nueva traición o enfrentamiento entre el feminismo y la izquierda más clásica, tal y como ha sucedido en tantos episodios de la historia en los que la lucha por la igualdad de hombres y mujeres se ha situado en el
furgón de cola de las reivindicaciones? Todo indica que el desencuentro
será inevitable si la izquierda (los partidos, los individuos, los
colectivos sociales..) continua rehuyendo un debate político, profundo y
sereno, sobre la capacidad para integrar realmente-no formalmente-la
igualdad entre mujeres y hombres en todos sus postulados. Este artículo propone algunos elementos de discusión para un debate, urgente y necesario a día de hoy, pero que desafortunadamente continua en los márgenes de la agenda de las diversas izquierdas de Euskal Herria.

La construcción de una alternativa a la actual crisis civilizatoria se está
produciendo en un contexto de gran fragilidad para el feminismo
anticapitalista marcado, al menos, por dos grandes debilidades. Por un
lado, la institucionalización del feminismo y, asociada a ella, la fe ciega
en la igualdad de oportunidades, perspectiva que impide un cuestionamiento integral del sistema, porque todo lo mueve en los márgenes del mismo. Pareciera así que se ha vuelto hegemónico un discurso y una práctica liberal del feminismo, que no pretende la intersección con otras dimensiones de dominación -clase, raza, estrato económico y social-, ni se basa en análisis estructurales y sistémicos - fundamentales en el contexto actual ya que patriarcado, capitalismo, colonialismo, productivismo y democracia formal son realidades necesarias y complementarias-.

Texto inédito de Amaia Agirresarrobe


En aquella época, en las okupas, había muchas cosas que se daban por supuesto pero que realmente eran puro humo. El feminismo era una de ellas. Pensándolo desde el ahora, aquello podría definirse perfectamente como heterosexista: era un ambiente muy radical y atractivo por el nivel de crítica y enfrentamiento al Estado y al capital que representaba, pero lo de la crítica y el trabajo contra el patriarcado quedaba a años luz. Básicamente, se trataba de un movimiento de hombres heterosexuales y la responsabilidad de que no hubiera sitio para otros y otras no venía de fuera, de la sociedad, era algo a asumir desde dentro... Desgraciadamente no había muchas mujeres y, tristemente, muchas de las que allí estaban, lo hacían en calidad de amigas, novias, etc., y nunca como verdaderas protagonistas. A esto había que sumar el que las relaciones entre las mujeres del entorno, frecuentemente y producto de ese patético heterosexismo, se establecían en base a la competencia. Al mismo tiempo, sobre todo durante los conciertos, tenías que soportar como en cualquier otro bar chungo todo tipo de comportamiento baboso y acosador por tipos que campaban a sus anchas. Y es que era difícil ser una más en aquellos sitios.

A la hora de currar en conciertos, pegar carteles, etc., no había problema con que fueras tía, claro, pero el ambiente a la hora de participar en asambleas era bastante intimidatorio para una chica, y más si eras muy joven. Creo que eso fue fundamental para que algunas de nosotras tuviéramos tanta entrega en grupos de mujeres, donde nos sentíamos mucho más a gusto y podíamos expresarnos más libremente. En los espacios mixtos —formados por hombres y mujeres—, las mujeres nos encontrábamos ante la contradicción de que para que se nos tuviera en cuenta, tenías que tomar actitudes y roles que rechazabas: ser una tía líder, hablar bien alto en las asambleas, que se te viera bien tirando piedras en primera línea para que no dudaran de tu valor y compromiso, etc.,... vamos, como uno de ellos... Es decir, que solo cabía nuestro lado más masculino —del cual hay ciertas cosas de las que no reniego—, pero cuando lo femenino es minusvalorado... es ahí donde nos encontramos con el patriarcado. Y no es que se colara por las rendijas, sino que era la base de las relaciones en ese mundo, por muy alternativos que pensáramos que éramos. El proponer reflexiones y trabajo sobre sexismo era algo a lo que al final solo acudían mujeres, aunque me consta que hubo grupos de mujeres que lograron de algún modo afectar de manera significativa lugares, formas y colectivos de su entorno con su trabajo antisexista, como las Ruda en Zaragoza.

Era difícil el encontrar «un lugar»... aquellas manis antimili que siempre acababan con disturbios, las okupaciones, las movidas con los nazis, los desalojos, los conciertos brutales de punk y hardcore en las antiguas Cocheras y más tarde en Minuesa y en otras okupas... eran un chorro de energía en el que una quería estar; no querías estar escuchando a cantautores y haciendo talleres de no violencia, sino estar allí; pensabas que esa era la manera de hacer las cosas: tomar las calles, las casas, la acción directa, el enfrentamiento directo, la autodefensa... Cuando íbamos en bloque a las acciones, a las manis, etc., sentías o querías ver el poder del grupo, pero en los momentos más tranquilos, en los momentos en que hablábamos... y sobre todo en lo más cercano a lo cotidiano, ya te sentías en un segundo plano, más como una espectadora, escuchando a los «ideólogos» y recolocándote en formas y espacios como podías.

Quizás por todo esto, algunas de nosotras buscamos la militancia donde realmente nos sentíamos visibles, sin tener que hacer piruetas ni evangelizar demasiado y donde las energías iban al trabajo en sí y no en su mayoría a la parte de relaciones sociales, a la lucha de roles y a lograr un lugar y el respeto de la manada. Después de unos años, algunas de las que habíamos estado en okupas, junto a otras que se habían ido sumando (por ejemplo con el Centro Social Seco, Lavapiés 15 o con okupaciones del barrio de Estrecho), empezamos a verlo muy claro: queríamos, necesitábamos un espacio okupado por y para mujeres. No tenía sentido estar en ese ambiente poniendo la puntilla feminista cuando a casi nadie le interesaba realmente, cuando a muchos molestaba y cuando lo que se podía pretender, la reflexión y el cambio de dirección por parte del movimiento, apenas se producía. Nadie quiere perder su cuota de poder gratuitamente si no se le obliga. Eso ocurría fuera, ya lo sabía, pero también ocurría dentro y costaba querer verlo.

Mujeres sin hombres y peces sin bicicletas.



En el primer Barrio Canino del año entrevistamos a Laura Gaelx y a Sole (Le Parody) para hablar de LadyFest Madrid, un festival feminista y autogestionado ligado al movimiento Riot Grrrl, y organizado de forma horizontal que pretende dar visibilidad a distintas expresiones artísticas de mujeres con conciertos, talleres, exposiciones, performances... organizadas al margen de la lógica capitalista y del mainstream. LadyFest Madrid está preparando una nueva edición del festival, que se celebrará en junio 2013, y para la que ya se ha abierto el plazo para presentar propuestas.

LadyFest se celebró por primera vez en el año 2000 en Olympia (Washington) bajo dos premisas básicas: feminismo y autogestión. Desde entonces este festival se ha replicado en cientos de ciudades en América y Europa, con la misma metodología, pero implementando las pecularidades de cada ciudad, de cada comunidad, o de la asamblea que lo organiza.

Descargar Barrio Canino vol.67


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