Los orígenes del "ajuste"

La huelga general belga de 1960-1961

19 de noviembre de 2011. Fuente: Viento Sur

En diciembre de 1960, frente a un proyecto de ley de austeridad (llamado “Ley única”) impuesto por un gobierno de derechas homogéneo, un millón de trabajadores de Bélgica fueron espontáneamente a la huelga. La huelga duró cuatro semanas y, en el sur del país (Valonia), las fuerzas del orden no controlaban ya completamente el territorio porque numerosos controles de huelguistas detenían a los coches que circulaban sin el salvoconducto entregado por la Federación General del Trabajo de Bélgica (FGTB, sindicato socialista). Las manifestaciones de masas dieron lugar a veces a violentos enfrentamientos con los gendarmes que dispararon y mataron varios obreros. Miles de actos de sabotaje fueron también registrados (líneas eléctricas cortadas, cemento en los raíles del tranvía, agujas ferroviarias bloqueadas, vagones por los suelos, carreteras cortadas).

La Bélgica capitalista

Desde el comienzo del capitalismo, el sur de Bélgica, la Valonia (francófona) conoció un desarrollo industrial rápido: carbón, metalurgia, construcción de ferrocarril, fábricas de vidrio, mientras el norte del país, Flandes (neerlandófono) se estancaba. A finales del siglo XIX, un movimiento obrero socialista se implantó sólidamente, de forma hegemónica, en Valonia. El norte, poco industrializado salvo las grandes ciudades (Amberes, Gante) quedó bajo una gran influencia del clero católico.

Los mineros valones constituyeron el elemento más avanzado de la clase obrera en el período de entre dos guerras pues eran capaces de salir a la huelga espontánea y de arrastrar al resto de la clase obrera tras ellos. Tras 1945, fueron más bien los metalúrgicos quienes jugaron el papel de locomotora de las luchas sociales. El dirigente sindical de los metalúrgicos valones, André Renard, gozaba de un gran prestigio entre los trabajadores particularmente por haber organizado un sindicato clandestino en Lieja durante la Segunda Guerra Mundial.

En 1954 y en 1956, la FGTB tuvo dos congresos de orientación que adoptaron un Programa de Reformas de Estructuras (planificación económica, control de los bancos y de los grupos financieros, nacionalización de la energía, proyecto de medicina gratuita). Este programa, que comprendía a la vez reformas y algunas medidas anticapitalistas, aparecía como indispensable a ojos del ala sindical renardista para hacer frente al comienzo del declive económico de Valonia donde los grandes grupos financieros invertían poco. Pero este programa de reformas de estructuras, explicado a los obreros en asambleas generales en las fábricas, había contribuido a dar una perspectiva política a una vanguardia obrera compuesta de varios miles de trabajadores.

Para romper su aislamiento, el pequeño grupo de militantes trotskistas de Bélgica había entrado clandestinamente en el Partido Socialista (PSB) a comienzo de los años 1950. Varios de sus militantes (Emile Van Ceulen, Georges Dobbeleer) iban rápidamente a jugar un papel importante en su organización de juventud, la Joven Guardia Socialista (campañas contra la OTAN, marchas antiatómicas...). Lanzado en 1956, el semanario La Gauche, animado en particular por Ernest Mandel y el sindicalista de izquierdas Jacques Yerna, iba a convertirse en el altavoz del ala izquierda del PSB /1.

Se anuncia la tormenta

En 1958, el PSB pierde las elecciones y Bélgica se encuentra con un gobierno de derechas (católico-liberales), dirigido por Gaston Eyskens. Ante el anuncio del proyecto de Ley Única (un programa de austeridad que afectaba principalmente a los agentes de la función pública), la dirección derechista del Partido Socialista hizo el siguiente cálculo ingenuo: organicemos una campaña de denuncia de esta ley de austeridad, de forma que caiga el gobierno; luego haremos “buenas” elecciones. El PSB se lanzó pues a una campaña de agitación -bajo la forma de mitines públicos de masas- contra el proyecto de Ley Única y en favor del Programa de Reformas de Estructuras. Para una parte importante de la clase obrera, la radicalización del programa de la FGTB y la campaña de agitación del PSB, combinados con el programa de reformas de estructuras era el signo de que “había que ponerse en marcha pues los dirigentes daban luz verde”.

La huelga estalla espontáneamente y se extiende...

En el congreso de la FGTB del 16 de diciembre de 1960, André Renard propone una huelga general de 24 horas, pero es derrotado por una corta mayoría del ala derecha del sindicato que hace la promesa de una vaga jornada de acción en una fecha aún a determinar. Pero la central de la FGTB que reagrupaba a los funcionarios de las municipalidades (CGSP-locales) decide ir a la huelga. El 20 de diciembre, los agentes de los servicios comunales parten pues a la huelga con éxito. En Anvers, el personal municipal que controla las esclusas paraliza el puerto. Y los estibadores se ponen también en huelga.

El mismo día, en los Talleres de Construcción Eléctrica de Charleroi (ACEC), donde la delegación sindical está dirigida por el militante comunista Robert Sussart, la huelga es total: 10.000 trabajadores abandonan los talleres y forman un cortejo para ir a hacer parar las otras fábricas. En Lieja, la huelga comienza espontáneamente en las acerías a pesar de la oposición de los cuadros sindicales renardistas que pretenden hacer respetar el voto del congreso del 16 de diciembre. Durante 24 horas, Renard duda, luego comprendiendo que no podrá oponerse a la huelga que se extiende, la reconoce y llama a constituir una coordinadora de las regionales FGTB, a fin de tener bajo control un instrumento para controlar el impetuoso movimiento.

Tras los estibadores, los ferroviarios se ponen en huelga, varias regionales FGTB proclaman la huelga general, igual que la Central General de Servicios Públicos (CGSP). El 23 de diciembre, la huelga es casi general en Valonia, donde los trabajadores afiliados a la Central de los Sindicatos Cristianos (CSC), minoritarios en el sur del país, siguen el movimiento.

En Bruselas, la situación está más tranquila. Los metalúrgicos y los trabajadores del sector público (carteros, ferroviarios, enseñantes, gas) están en huelga, pero no los otros sectores (grandes almacenes, bancos, seguros). Además, todos los servicios públicos no están en huelga (algunos tranvías y autobuses funcionan). El ejército ocupa el centro de reparto postal para permitir a los “amarillos” trabajar. Estallan entonces incidentes cuando algunos manifestantes detienen los autobuses conducidos por los no huelguistas. Un primer manifestante es muerto a balazos.

En Flandes, donde la CSC es hegemónica, la huelga se extiende durante la primera semana. Secciones de la CSC se suman a la lucha: ferroviarios de Brujas, carteros de Alost, empleados públicos de Anvers. Pero como la dirección nacional de la FGTB se niega a decretar la huelga general, deja así el campo libre a la dirección de la CSC para jugar el papel de rompedor de huelgas, con la ayuda de la gendarmería. Miles de trabajadores afiliados a la CSC pasan a la FGTB, pero en su conjunto, el movimiento hacia la huelga general será primero roto en Flandes, allí donde el eslabón de la cadena era más débil.

¿Qué estrategia en la huelga?

El 24 de diciembre, el diario La Wallonie, dirigido por Renard, es incautado por haber publicado un llamamiento a lo soldados a la confraternización con los huelguistas. Los diarios del Partido Socialista (Le Peuple, Volksgazet) son también incautados. Los paracaidistas ocupan las estaciones y vigilan las líneas de ferrocarril. Los gendarmes comienzan a detener y a encarcelar a numerosos huelguistas.

La huelga continúa sin embargo extendiéndose a algunas ciudades de Flandes, particularmente en Alost, Brujas y Renaix. En Valonia, la huelga es total, 45.000 manifestantes desfilan en Charleroi. El 6 de enero, una manifestación de masas en Lieja termina con enfrentamientos con las fuerzas del orden en el barrio de la estación. Los gendarmes abaten a dos obreros que morirán los días siguientes.

Asustados por al amplitud de la lucha de masas que han involuntaria e imprudentemente contribuido a desencadenar, los dirigentes socialistas multiplican los contactos con el gobierno Eyskens de cara a "dulcificar" el proyecto de Ley única. El periódico La Gauche, lanza la consigna de "¡Marcha hacia Bruselas!" a fin de intentar desplazar hacia la capital, sede del poder, el comienzo de una situación de doble poder que se ha desarrollado en algunos lugares de Valonia. La marcha sobre Bruselas plantea además la cuestión de la autoorganización de los trabajadores pues las estructuras sindicales tradicionales son incapaces de asumir esta marcha.

A partir de ese momento, Renard, que no desea hacer caer el gobierno sino solo arrancar la retirada del proyecto de ley, condena vigorosamente el llamamiento a la marcha sobre Bruselas y lanza, para desviar la atención, la amenaza irresponsable de abandono de la herramienta (extinción de los hornos en siderurgia y en cerámica), que condenaría a los obreros al paro durante largos meses. Puesto en minoría en el seno de la FGTB por el ala derecha, mayoritaria en Flandes, Renard lanza también un llamamiento a un repliegue valón y al federalismo. Es la primera fractura comunitaria en el movimiento obrero en Bélgica.

El fin de la huelga

A partir del 7 de enero, la huelga retrocede en Flandes y en Bruselas. En Valonia, los trabajadores resisten, pero poco a poco la huelga termina en los sectores más débiles. El 14 de febrero, la mayor parte de los sectores ha vuelto al trabajo a excepción de la metalurgia en Lieja y en el Hainaut, así como los trabajadores del gas. Muy a menudo los trabajadores volverán con la cabeza alta y la moral excelente, en manifestación y cantando la Internacional. En todas partes defienden con bravura a sus compañeros sancionados.

La huelga belga de 1960-61 mostró que el proletariado belga era capaz de llevar a cabo una lucha larga y costosa, pero también que no había logrado hasta entonces tomar sus distancias de un gran partido reformista, alejado entonces de toda doctrina socialista, y hoy dispuesto a aplicar cínicamente medidas de austeridad que él mismo denunciaba 50 años antes.

Notas:

Un artículo de Guy Van Sinoy, militante de la Ligue Communiste Révolutionnaire en Belgique y delegado sindical FGTB.

Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

Para más detalles sobre este período, leer la obra de Georges Dobbeleer, Sur les traces de la révolution, Syllepse, 2006, 352 p., 23euros.


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