Fronteras Invisibles

Control de migrantes en las fronteras de Europa

27 de abril de 2011.

Reportajes fotográficos de Edu León y Olmo Calvo sobre los controles de fronteras y campos de detención de migrantes en Calais y Malta.

Calais

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Parecen mercancías. Buscan un espacio para viajar dentro de los camiones que cruzan el canal de la Mancha. Son de 70 a 90 minutos de viaje entre Calais y Dover. Necesitan suerte para esquivar a los guardias de seguridad y los perros que custodian los párkings y deben aprender a respirar dentro de bolsas de plástico, o no respirar, para sortear los controles.

Son un centenar de personas que esperan el momento para colarse en los camiones. Han recorrido largas distancias hasta llegar a este punto. Salieron hace meses de Afganistán, Irán, Iraq, Palestina, Sudán, Chad, Nigeria… La lista es larga. Antes eran más de 800 y vivían en una zona boscosa de Calais a la que bautizaron como La Jungla. Hace más de un año este campamento fue desmantelado y los migrantes se dispersaron.

En las afueras de una ciudad del norte de Francia está un campamento donde sólo se encuentra gente de Eritrea. Una bandera de ese país corona una de las tres chabolas, junto a una francesa para no enojar a los dueños de la casa. Hay musulmanes y cristianos en el grupo, y muchas mujeres que viajan con sus maridos o hermanos.; algo poco frecuente entre los africanos. Su rutina consiste en esperar a que llegue la noche para ir a los aparcamientos y tratar de subir a un camión. Mientras hay luz se ocupan de las comidas grupales, la ceremonia del café, sus ritos religiosos y la limpieza de las chabolas. Además, dos veces por semana salen a la ciudad para ducharse gracias a la solidaridad de los vecinos y de un grupo de activistas. Cuando oscurece encienden velas y conversan. Repiten la historia de una familia que llegó al campamento y logró pasar el mismo día. Hay un retrato de ellos en una de las chabolas; todos visten de blanco y sonríen. Eso les da esperanza.

Fotos: Edu León
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Malta

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Atrapados en Malta

The Rock. Asi llaman a Malta muchos de los cerca de 3000 migrantes procedentes de África que se encuentran en este pequeño país del Mediterráneo. En mitad de camino entre Libia e Italia, esta histórica isla se convirtió en una parada obligatoria en sus c aminos. Procedentes en un 80% de Somalia, pero también de Sudán, Eritrea y Etiopía, huían de la guerra, las hambrunas y las enfermedades. Después de un largo camino atravesando desiertos y sorteando a las diferentes bandas armadas y a las policías corruptas y salvajes de varios países, la mayoría sufrió atracos, agresiones, violaciones, la muerte de amigos y la cárcel en Libia antes de embarcarse en un bote de madera rumbo a Europa.

Algunos llegaron a las costas de Malta por sus propios medios pensando que lo hacían a las de Italia, y otros fueron capturados en el mar y conducidos hasta allí. Casi todos estuvieron presos en los Centros de Detención de la Isla por meses o años en condiciones infrahumanas antes de ser puestos en libertad.

A día de hoy sólo queda un Centro de Detención abierto de los cuatro que llegaron a funcionar y la mayor parte de los migrantes viven hacinados en varios campamentos llamados open centres en una zona de la isla cercana al aeropuerto y alejados de Valletta, la capital.

El Centro de Detención que aún permanece abierto retiene a 140 personas. Los demás cerraron debido a que a Malta ya no llegan botes con migrantes desde hace un año, sólo uno en los últimos meses. Justo el tiempo que lleva en vigor el acuerdo entre el gobierno italiano del ultraconservador Silvio Berlusconi y el dictador libio Muamar Gadafi, por el cual Italia paga a Libia para que impida a los migrantes salir de sus costas. Europa continúa alejando sus fronteras e instalándolas en países del norte de África. En Malta existen cinco open centres. El mas cercano a la capital se encuentra en Marsa. Los otros cuatro están en una zona llamada Hal Far, situada entre el aeropuerto, una base militar, un pequeño pueblo turístico, un gran puerto de mercancías y el mar.

Las personas que viven en ellos pueden entrar y salir libremente del recinto, tienen una cama en una litera, unas raciones de comida y una cantidad simbólica de dinero por semana. El de Marsa es un edificio con tres plantas y multitud de cuartos donde se apilan montones de literas. Los de Hal Far son variados, desde los destinados a los hombres, compuestos por grandes tiendas de campaña y containers repletos de literas, a un antiguo centro de detención que aloja a las mujeres, pasando por unos pequeños edificios algo mejor acondicionados destinados a las familias. En los open centres de los hombres hay un solo grifo para cientos de personas y unos pocos baños químicos sin ningún tipo de higiene. En las tiendas suelen dormir juntos 16 hombres y en los containers 20. En verano el calor en su interior es insoportable y muchos sacan los colchones al patio para dormir mientras las ratas pasan a su lado. En invierno el frío y la lluvia se cuelan por todos los agujeros.

La mayor parte de los migrantes en Malta proceden de países en conflicto, pero sólo son reconocidos como refugiados un pequeño porcentaje. El resto consta como solicitante de asilo. Casi todos ellos tienen un carnet especial sólo válido para Malta, que les da derecho a trabajar, a la sanidad y a salir de la isla durante tres meses al año.

Pero la realidad es mucho mas difícil de lo que parece. Malta es un país de sólo 316 kilómetros cuadrados y 400 000 habitantes. Tiene suministro limitado de agua dulce y no posee fuentes de energía propias. Su economía depende del comercio exterior (sirviendo como puerto de trasbordo para los buques), de las manufacturas (especialmente electrónicas y textiles) y en gran medida del turismo, por lo que a penas hay puestos de trabajo a los que los migrantes puedan optar.

Por otro lado se trata de una sociedad muy católica donde incluso está prohibido el divorcio, y la mayor parte de los migrantes son musulmanes. Todo esto provoca que los migrantes se encuentren atrapados en un lugar que no quieren, donde no hay posibilidad de encontrar un trabajo y donde la adaptación es muy difícil debido a lo reducido que es el país y a lo conservadora que es su sociedad. Por lo que los pocos derechos que tienen estas personas en teoría, no los pueden ejercer en la práctica. Casi ninguno tiene dinero para abandonar los open centres ni para salir del país durante los tres meses al año que tienen permitido. Cuando alguno logra viajar e intenta establecerse en otro país, son deportados inmediatamente de vuelta a la isla. si son descubiertos por la policía una vez transcurrido el tiempo máximo establecido.

El tiempo pasa y hay quien lleva años viviendo así. Un programa de Naciones Unidas busca, poco a poco, países de acogida para los migrantes a los que les concedieron la categoría de refugiados, otros muchos son considerados sólo inmigrantes irregulares y su destino mas probable es la deportación a sus países de origen.

Malta es sólo un lugar de tantos en la Europa fortaleza, donde las fronteras físicas y burocráticas se alzan enormes ante los migrantes que intentan entrar buscando un lugar mejor para vivir.

Fotos: Olmo Calvo
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