La cumbre de Cancún Un panorama nada optimista

6 de diciembre de 2010.

Ya se ha iniciado la cumbre de Cancún para la prevención del cambio climático. Muy distinto es el ambiente de la cumbre anterior celebrada en Copenhague. Aunque a la postre Copenhague resultó un fracaso absoluto, en ella se dieron cita un número inusitado de jefes de Estado y de Gobierno y los medios de comunicación mundiales hicieron un impresionante despliegue para dar cobertura al evento. Un amplio abanico de colectivos sociales realizaron, en medio de una represión inusitada, las más importantes movilizaciones sociales celebradas sobre el cambio climático.

Por el contrario la reunión de Cancún se celebra en un ambiente de pesimismo generalizado, baja presencia máximos responsables políticos y escasa repercusión mediática. Se han iniciado tímidas movilizaciones sociales, pero al día de hoy quedan muy lejos de las celebradas en Copenhague. Y no se debe al hecho de que el cambio climático haya iniciado un camino de mejora sino a una mezcla de fatalismo, pésima coyuntura política y de ocultamiento tras la crisis económica que tan severos efectos está teniendo.

Como muestra de que en el cambio climático no hay ningún indicio de mejora, tres datos significativos producidos en el último mes. La NASA ha hecho público un informe en el que prueba que la temperatura de los grandes lagos del mundo ha crecido 1,35 ºC en los últimos 25 años. Una subida de temperatura que, aunque abre ciertos interrogantes científicos, se ajusta bien a las predicciones más pesimistas de los modelos climáticos.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha hecho público su boletín sobre las concentraciones atmosféricas de los gases de efecto invernadero correspondiente a datos medidos en 2009. Un año más aumenta la concentración atmosférica de todos los principales gases de efecto invernadero. Aunque a un ritmo ligeramente menor que en años anteriores, lo que resulta congruente con el hecho de que, de acuerdo con los datos disponibles en la actualidad, 2009 fue el único año en mucho tiempo en que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero decrecieron con respecto al anterior. La causa de este descenso fue la severa crisis económica que afectó a la práctica totalidad del planeta. Hay no obstante un hecho muy preocupante que la OMM viene destacando en sus últimos boletines: tras diez años de estabilización de las concentraciones atmosféricas mundiales de metano (CH4), han vuelto a aumentar en los tres últimos de los que tienen datos. En 2010 el CH4 ha alcanzado la mayor concentración media histórica registrada. La OMM advierte con preocupación que puede ser prueba de se está produciendo una liberación significativa del metano almacenado en el permafrost (suelos helados) por efecto del cambio climático. Se habría iniciado entonces una de las temidas “sorpresas climáticas” debido a una retroalimentación positiva. Es decir, temperaturas más altas provocan la liberación de metano, que al ser un gas de efecto invernadero más potente que el CO2 provocan más efecto invernadero, que provoca más emisiones, etc. Las "sorpresas climáticas" no están contempladas en los modelos climáticos que ya dan de por sí unos escenarios auténticamente aterradores.

Recientemente Geoscience ha publicado una previsión sobre las emisiones mundiales de 2010 también preocupantes. Si bien las emisiones mundiales descendieron en 2009 por efecto de la crisis, en 2010 parece que crecerán en un 3 %. Es decir crecerán y lo harán a un ritmo comparable al que lo hacían antes de la crisis. Aunque los países industrializados siguen reduciendo sus emisiones, esta reducción es sobradamente compensada por el incremento de las correspondientes a los Nuevos Países Emergentes (singularmente India y China) que han vuelto a experimentar un crecimiento económico robusto con un consumo muy intensivo de energía y con una participación del carbón creciente entre las fuentes de suministro.

En su último informe el IPCC señaló que para mantener la temperatura mundial por debajo de 2 ºC sería necesario que las emisiones mundiales empezaran a declinar a mitad del actual decenio y que lo hicieran a un ritmo importante. Hay que señalar que el movimiento ecologista (sobre todo el de los países empobrecidos) considera que los impactos previsibles asociados a una subida de temperatura de 2ºC son inasumibles y que el límite de 2ºC tiene como objetivo, entre otras cosas, prevenir las "sorpresas climáticas", como la que parece estar produciéndose en el caso de las emisiones metano antes comentadas. Nada hay por tanto que justifique la pasividad que rodea la cumbre de Cancún. Un acuerdo mundial para reducir aceleradamente las emisiones mundiales de gases de invernadero es totalmente necesario. Urgentemente necesario.

Pero nada permite creer que esta cumbre tendrá éxito. Japón ya ha hecho público su deseo de no prolongar mas allá de 2012 (fecha en la que caduca) el protocolo de Kyoto. Ha empleado, como casi siempre que se quiere no llegar a acuerdos, un argumento que tiene su parte de trágica verdad. Ha señalado que desde que se suscribió el citado protocolo ha cambiado mucho el mapa mundial de emisores. Si los países a los que Kyoto obligaba a reducir emisiones (los países industrializados o del Anexo I del protocolo) representaban en 1990 más del 55% de las emisiones totales mundiales, hoy no llegan al 30% de las totales actuales. Sin el compromiso de otros grandes emisores EE UU (que estaba incluido en el anexo I pero no se obligó por el protocolo al no ratificarlo) China o India, un acuerdo no surte ningún efecto. Todo un giro en sus posiciones porque antes de Copenhague, Japón se mostraba dispuesto a recortas sus emisiones en un 25%.

En EE UU las cosas también han ido a peor. También en este asunto Obama ha sido un gran bluff. Su reforma legal que permitía reducir modestamente las emisiones se encuentra varada en el Senado. Y el severo revolcón que sufrió en las pasadas elecciones al Congreso dibuja un mapa político aún más aciago. Es prácticamente imposible que EE UU pueda comprometerse a un recorte de emisiones que esté a la altura de su responsabilidad en le génesis de este problema. Y por tanto es casi imposible que pueda convencer a los restantes países de que adquieran su cuota de responsabilidad.

Otro tanto ocurre con la UE, que fue la principal impulsora del protocolo de Kyoto en 1997. A finales de los 90 sólo contaba con 15 países y los gobiernos de los países centrales estaban ocupados por coaliciones de socialdemócratas y partidos verdes. Mientras que hoy se encuentra en medio de una severa crisis, ha aumentado hasta 27 países con nuevas incorporaciones muy poco preocupados por los asuntos ambientales y sufre una hegemonía asfixiante de gobiernos derechistas. Su posición de ofrecer un compromiso unilateral del 20% con posibilidad de alcanzar el 30% si otros emisores se comprometen a cifras comparables carece de capacidad de arrastre.

De otro lado los Nuevos Países Emergentes siguen empleando una retórica victimista en la que señalan la responsabilidad histórica de los países industrializados (por lo demás completamente cierta) para justificar una inacción total. A modo de ejemplo el rechazo de China a que otros países controlen sus emisiones pretextando un problema de independencia nacional tiene mucho de retórica hueca.

En este contexto no es descartable algún acuerdo que permita a los países empobrecidos disponer de algunos fondos para adaptarse al cambio climático, o un cierto acuerdo para limitar los procesos de deforestación. Pero su eficacia sería comparable a la de los fondos de ayuda al desarrollo para paliar la injusticia del mundo.

Un panorama por tanto nada optimista.

Ladislao Martínez es miembro de Izquierda Anticapitalista

Fuente: Viento Sur


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