Luca Casarini: “El sistema logra canalizar la rabia contra los pobres”

6 de julio de 2009.

En las vísperas de la reunión del G-8 en L’Aquila, el que fuera uno de los referentes italianos de la antiglobalización analiza el parón de los movimientos frente a la derecha.

Guido Lutrario. Diagonal

DIAGONAL: Berlusconi decidió de repente desplazar el G-8 de Cerdeña a L’Aquila, la ciudad del terremoto...

LUCA CASARINI: No fue una opción banal ni de mera propaganda, sino una nueva interpretación de la etapa histórica y política en la cual se dan estas cumbres: la crisis global, el crack sistémico del capitalismo, la incapacidad, o quizás la imposibilidad, de los gobiernos del mundo de salir de la crisis y de su estructural inestabilidad. Berlusconi es el primero entre los grandes del mundo en impulsar una nueva forma de gestión de la imagen del poder y de su escaparate. Ya no construye esta imagen sobre los fastos de la globalización sino sobre la idea de un poder que está entre la gente, los pobres, los desplazados, los que están sufriendo los efectos de la crisis. Berlusconi utiliza las cumbres para comunicar con el ama de casa del norte o con el desempleado del sur. Y así nos confunde a nosotros también, sobre todo si intentamos reproducir las contracumbres como ritos de un pasado que ya no va a regresar.

D.: Tras el fin del ciclo de luchas de Génova y las manifestaciones contra la guerra, estamos en tiempos de luchas en defensa del “común” como la lucha contra el Tren de Alta Velocidad (TAV) en Valle de Susa, la base de EE UU de Vicenza, la basura de Nápoles. ¿En L’Aquila podría darse un paso adelante?

L.C.: Veo difícil en este momento en Italia derribar el consenso de la política de Berlusconi. Respiramos un clima social muy feo porque hasta la fecha el sistema logra canalizar la rabia hacia los inmigrantes, hacia los más débiles, los pobres. Espero que no siga así, pero es cierto que no es nada fácil para nadie actuar para una sociedad distinta. Hay una paradoja: ahora que el sistema capitalista sufre una crisis global, parece más difícil que antes evitar que todo se convierta en racismo y xenofobia o en alguna forma de egoísmo. Si miramos a la historia, esto confirmaría que las salidas de la crisis pueden generar al mismo tiempo el new deal y el nazismo, en distintos lugares. Pero la historia nunca se repite igual. Vivimos una fase de transición hacia una nueva época, y tenemos que cruzarla para construir nuevas ideas y nuevas formas de actuar. En este sentido, las luchas de Valle de Susa y la de Vicenza fueron una anticipación. Los verdaderos movimientos son los que indican qué hacer a los activistas. Estoy convencido de esto.

D.: Fuiste uno de los protagonistas de las contestaciones al G-8 de Génova en 2001. ¿Hay diferencias con aquellos acontecimientos?

L.C.: Los tiempos han cambiado. En 2001 estábamos metidos en un formidable ciclo de luchas globales, contestando una fase creciente de la globalización. En aquel entonces, Génova representó el momento en que se introdujo la guerra, el estado de excepción contra los movimientos como forma permanente de soberanía. Luego vino la guerra de Iraq y el estado de excepción contra las viejas diplomacias y los equilibrios mundiales salidos de Yalta. Hoy, aquel tipo de sistema está en crisis, como evidencia lo que está pasando en Iraq y Afganistán. Por supuesto, también los movimientos de contestación global nacidos en aquel entonces viven su crisis. La red global hoy es mucho más recortada y dividida que antes, hay experimentaciones distintas en cada territorio, en cada continente. Queda la idea universal de una globalidad de las luchas para un mundo mejor, pero cada uno ha vuelto a ponerse a la búsqueda y se encuentra en una realidad totalmente nueva. En EE UU, la elección increíble de Obama obliga a un cambio en la forma de actuar. En Sudamérica, el continente donde se disfrutó más de la potencia del movimiento global, el protagonismo social busca un camino para no quedar enredado en el poder constituido. La vieja Europa es el campo de experimentación más adelantado de la derecha, donde Berlusconi está a la vanguardia. China es un campo abierto donde los conflictos sociales están en ebullición. La situación es muy grave, pero las luchas para conseguir más libertad, más renta, mejores condiciones de vida, más democracia, se multiplican al mismo ritmo que los beneficios de los nuevos capitalistas de partido.

:: Fuente:Diagonal


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